En muchas ciudades del mundo, cuando las personas salen a la calle se exponen, sin saberlo, a una vigilancia que incluye el uso de herramientas de vigilancia masiva que registran, analizan y almacenan sus datos biométricos: sus rostros, sus voces, la manera en que caminan, y mucho más. Incluso si saben que están siendo vigiladas, la mayoría de las personas no tiene idea de cómo están siendo usados sus datos personales ni quién tiene acceso a ellos. En países muchos países de América Latina, tanto los gobiernos como las empresas que desarrollan este tipo de tecnología se rehúsan a ser transparentes, lo que impide que la ciudadanía se entere de las violaciones a la privacidad y las amenazas a las que se enfrentan.
Las autoridades que despliegan tecnología de vigilancia masiva a menudo repiten un conjunto de narrativas que justifican la adopción y la expansión de dicha tecnología. Solemos escuchar que “la tecnología siempre es una mejora”, que “aumenta la seguridad pública” y que “si no tenemos nada que ocultar, no tenemos nada que temer”. Pero, la pregunta es: ¿estos argumentos están respaldados por los hechos?
Es importante observar quién recurre a estas retóricas. A las empresas de tecnología y los gobiernos les interesa el “éxito” de los sistemas de vigilancia y el poder que acarrean los datos. Otras autoridades, deseosas por encontrar soluciones, son capaces de incorporar nuevas tecnologías peligrosas sin entender plenamente su alcance.
Sean cuales fueren sus intenciones verdaderas, las personas son siempre las que sufren las consecuencias. En esta publicación, desmentimos algunas de las narrativas falsas más frecuentes que ayudan al despliegue y la normalización de la tecnología de vigilancia masiva, y presentamos algunas maneras en las que podemos luchar contra ellas.
“La vigilancia aumenta la seguridad pública”
Las complejas realidades de la vida en los países latinoamericanos, como la delincuencia, la violencia y la falta de seguridad pública, alimentan estas falsas narrativas a favor de la vigilancia. En este contexto, es sencillo para las empresas y los gobiernos presentarse como héroes solucionadores de problemas cuando afirman que instalar más cámaras de vigilancia aumenta la seguridad de los espacios públicos. Sin embargo, no hay pruebas de eso sea así.
Además, incluso si un gobierno establece normas para controlar el uso de la tecnología de vigilancia masiva, un nuevo mandato podría cambiar esas normas y darle un nuevo uso a un sistema que se justifica sobre las bases de la “seguridad pública”, que podría incluir hasta la perpetración de violaciones a los derechos humanos de personas críticas con el gobierno y otros grupos o individuos perseguidos y oprimidos.
“La tecnología es siempre una mejora”
Una falacia común es que la tecnología digital puede resolver todos los problemas que enfrentamos como sociedad. Si bien la historia muestra que los desarrollos tecnológicos pueden generar cambios que impulsan el crecimiento económico y la mejora de la calidad de vida, no toda la tecnología es beneficiosa.
Es absolutamente incompatible con los derechos humanos básicos y las libertades civiles que los gobiernos y las empresas privadas usen cámaras de vigilancia y tecnología de reconocimiento facial para identificar, individualizar y rastrear a las personas adonde sea que vayan. Esta peligrosa y discriminatoria tecnología ya está ayudando a gobiernos autoritarios a perseguir a personas en todo el mundo.
Por eso, siempre debemos preguntarnos: ¿quién tiene acceso a estos datos? ¿Cómo se utiliza nuestra información personal? ¿Cómo se protege esa información?
“Si no tenemos nada que ocultar, no tenemos nada que temer”
¿Nos sentiríamos a gusto sabiendo que agentes del gobierno tienen acceso a toda la información personal alojada en nuestras computadoras y teléfonos? Seguramente no. Debemos tomarnos con la misma seriedad los sistemas de vigilancia masiva, especialmente aquellos que recopilan y procesan datos biométricos.
La privacidad es un derecho garantizado de todas las personas. Vigilar indiscriminadamente a todas las personas ante la remota posibilidad de atrapar un comportamiento ilegal entra en conflicto con la presunción de inocencia.
Además, la vigilancia constante puede crear un efecto inhibitorio en la ciudadanía, el cual alimenta la autocensura y la abstención de actividades que son perfectamente legales. Por ejemplo, asistir a protestas, que se exponga la identidad LGBTQ+ de una persona en un contexto hostil, y otras situaciones en las que las personas pensarían dos veces qué decir o hacer.
“De todos modos, mis datos ya están en todos lados”
Sí, es cierto que mucha de nuestra información personal ya ha sido recopilada en internet, pero debemos ser capaces de decidir cómo se usa. Que haya actores maliciosos que explotan nuestra información personal en línea no significa que debamos entregar nuestros datos a quienquiera que los pida. Además, algunas de las tecnologías desplegadas en espacios públicos pueden estar recopilando información biométrica que, en otras circunstancias, sería privada.
Nuestros datos pueden revelar mucho acerca de nuestras vidas públicas y privadas. Podría ser peligroso que terminen en manos equivocadas, especialmente para las comunidades y personas que sufren hostigamiento, discriminación, opresión y peores tratos. Permitir el despliegue de tecnología de vigilancia masiva expondría una mayor cantidad de nuestra información personal, poniendo en riesgo nuestra privacidad y seguridad.
“La vigilancia es inevitable”
No. No lo es. No existen motivos para aceptar el uso de una tecnología que socava nuestros derechos fundamentales. Incluso dar pequeños pasos puede provocar grandes cambios en las políticas públicas, y nuestras voces son más poderosas cuando las alzamos al unísono. A continuación, presentamos algunas maneras en las que podemos mantenernos al tanto y hacer oír nuestras voces en la toma de decisiones sobre tecnología de vigilancia masiva:
- Únete a nuestra campaña #BanBS global para detener la propagación de esta peligrosa tecnología.
- Sigue nuestras cuentas latinoamericanas de Twitter e Instagram, y únete a la campaña #PorQuéNosVigilan. Queremos saber qué están desarrollando las empresas tecnológicas, quién compra estos sistemas y qué ocurre con los datos recopilados.
- Apoya las campañas de nuestros socios para poner freno a la vigilancia masiva en todo el mundo, inclusive en América Latina:
- Reclaim your face: una iniciativa que apoya la prohibición de la vigilancia biométrica masiva en la Unión Europea.
- All Out: una campaña europea para prohibir el reconocimiento automatizado del género y la orientación sexual.
- Con mi cara no: una campaña argentina que se opone al uso de la tecnología biométrica para el reconocimiento facial.
- No nos vean la cara: una campaña de la sociedad civil para frenar la vigilancia biométrica masiva en México.